El viernes 18 de
septiembre tuvo lugar una afortunada convocatoria para los melómanos asiduos al
Death metal técnico: Nile y Suffocation fundieron su brutalidad en la sala
Caracol a lo largo de una noche que los fans no dejarán de recordar como
memorable.
Por motivos técnico-burocráticos, no pude asistir al directo de la banda que abrió el evento a eso de las 19 horas -desde aquí pedimos disculpas a Embryo-, aunque el incidente se resolvió a tiempo para ver a Chabtan. Este grupo ejecutaba un estilo que podríamos etiquetar como un Death metal melódico con tintes de Deathcore. Ya de esta etiqueta se permite deducir el contraste entre el tipo de música que interpretaba esta agrupación y el Brutal death metal técnico que sería perpetrado a continuación por parte de los cabezas de cartel. El público cabeceaba ligeramente de cuando a cuando, principalmente en las partes en las que había más tralla, pero no se me olvidará ese momento en el que el cantante profirió su primer estribillo melódico (afortunadamente hubo pocos) y los asistentes se miraron los unos a los otros, impresionados por el abismo que se abría entre lo que estaban escuchando y lo que habían venido a escuchar. Sus breakdowns me acabaron aburriendo, aunque al menos matizaban sus temas. En cuanto a la puesta en escena se refiere, a los guitarristas les costaba apartar los ojos del mástil para llevar a cabo algo de headbanging; el cantante sí que le dio más cera en este sentido, aunque fue el bajista, con el moderno estilo cangrejo, el que más vidilla le metió. El baterista, si bien le faltaba pulirse un pelín, tocaba bastante bien y aportaba una considerable agresividad a un grupo que, por lo demás, no tenía mucho que hacer en un festival del calibre señalado.
Por motivos técnico-burocráticos, no pude asistir al directo de la banda que abrió el evento a eso de las 19 horas -desde aquí pedimos disculpas a Embryo-, aunque el incidente se resolvió a tiempo para ver a Chabtan. Este grupo ejecutaba un estilo que podríamos etiquetar como un Death metal melódico con tintes de Deathcore. Ya de esta etiqueta se permite deducir el contraste entre el tipo de música que interpretaba esta agrupación y el Brutal death metal técnico que sería perpetrado a continuación por parte de los cabezas de cartel. El público cabeceaba ligeramente de cuando a cuando, principalmente en las partes en las que había más tralla, pero no se me olvidará ese momento en el que el cantante profirió su primer estribillo melódico (afortunadamente hubo pocos) y los asistentes se miraron los unos a los otros, impresionados por el abismo que se abría entre lo que estaban escuchando y lo que habían venido a escuchar. Sus breakdowns me acabaron aburriendo, aunque al menos matizaban sus temas. En cuanto a la puesta en escena se refiere, a los guitarristas les costaba apartar los ojos del mástil para llevar a cabo algo de headbanging; el cantante sí que le dio más cera en este sentido, aunque fue el bajista, con el moderno estilo cangrejo, el que más vidilla le metió. El baterista, si bien le faltaba pulirse un pelín, tocaba bastante bien y aportaba una considerable agresividad a un grupo que, por lo demás, no tenía mucho que hacer en un festival del calibre señalado.
Tras unos veinte
minutos de intermedio, salió a las tablas Suffocation,
para muchos el grupo principal de la noche pese a tocar antes que Nile,
preferencia fácilmente justificable por su mayor trayectoria en el Death metal.
Era la primera vez que les veía (al fin), y lo cierto es que cumplieron mis
expectativas. Lo que me chocó fue el hecho de que no reconociera al cantante,
ya que me esperaba encontrar al mítico calvo de Frank Mullen con su lengua
fuera y su típico movimiento de muñeca repartiendo blasts. En efecto, en su
lugar estaba un vocalista alto y pelilargo que mantenía sobradamente el nivel
que requiere este grupo, al margen de mi frustración por no haber podido verles
antes con Mullen. Por su parte, el batera Kevin Talley demostró su veteranía
con su impactante pegada y su estilo potente y noventero, al tiempo que los
guitarras (de los cuales Terrance Hobbs es ya el único miembro original de la
banda) y el bajista recorrían furiosamente sus respectivos mástiles. El setlist
que traían era muy jugoso: los primeros temas fueron retrocediendo
cronológicamente desde el Pierced From Within hasta el Effigy Of The Forgotten
(álbum del que sacarían bastantes temas esa noche), hasta romper esa línea
intercalando un par de temas del último álbum Pinnacle Of Bedlam (como As Grace
Descends, temón), así como del resto de su discografía. Al sonido le faltaba
definición, lo cual hacía bastante difícil reconocer los temas, principalmente
porque costaba entender a las guitarras. Sin embargo el directo fue tan
contundente que todo el mundo salió satisfechamente extasiado.
Por último, le tocó
el turno a Nile, a los que era la
primera vez que veía en sala. Qué cabría decir de este grupo si no es que son
una panda de estudiosos, tanto a nivel instrumental como en la historia
egipcia, y que esta erudición les ha valido un puesto predominante en la escena
deathmetalera. Su último disco, “What Should Not Be Unearthed”, salió a la luz
este año, con un single (“Call Of Destruction”) cuya letra denuncia, a través
de la enunciación del pensamiento radical del Estado Islámico, los proyectos de
destrucción de obras arqueológicas de éste. Además de este single cayeron otras
perlitas de este último álbum, como “In The Name Of Amun” (mi favorita del
disco) o “Evil To Cast Out Evil”, así como clasicazos como “Sacrifice Unto
Sebek” (que abrió su concierto) o “Black Seeds Of Vengeance” (que, como es
costumbre, cerró, contando en esta ocasión con la colaboración del vocalista de
Suffocation para el estribillo final). El baterista George Kollias estuvo
espectacular, como siempre, con una técnica impecable y unos redobles que cada
año aumentan en rapidez y creatividad, ejecutando también algunos malabares con
las baquetas (de los cuales alguno no le salió bien, aunque su habilidad le
permitía que eso no perjudicase su ejecución). Por su parte, los guitarristas
Dalas Toler-Wade y Karl Sanders son dos perros viejos apenas se mueven del
sitio; más bien son sus mástiles y sus cuerdas vocales los que se encargan de
dar espectáculo. El sonido fue más nítido que el de Suffocation, y se podían
entender claramente las líneas de guitarra en todo su despliegue de
complejidad. El público escuchaba atento, pero cansado, después de la paliza
que la mayoría se había metido en los pogos de Suffocation, por lo que hubo
mucho menos movimiento que en el grupo precedente. Por lo que a mí respecta, un
directazo.
Finalmente, queremos
emitir desde aquí un fuerte agradecimiento a Madness Live! por montar este evento y por permitirnos estar allí
para cubrirlo. También nos gustaría agradecer el estupendo trabajo que desde
hace años viene haciendo Juan Morillas,
a quien pertenecen las fotografías que se exponen junto a
esta crónica.
Texto: Rafael Aritmendi López
Fotos: Juan Morillas
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