11 de marzo de 2016

Crónica de Sasquatch, Sala Maravillas (Madrid), 04/03/2016



El pasado viernes 4 de marzo vinieron a nuestra capital los estadounidenses Sasquatch, un grupo de stoner rock con 15 años de trayectoria recién cumplidos, acompañados de la banda local Electric Valley, del “mismo” género musical. El evento lo organizó Desert Sons Productions (desde aquí les damos las gracias, una vez más) y tuvo lugar en la sala Maravillas Club, un sitio que siempre ha hecho honor a su nombre, por lo menos en cuanto al sonido. 

A Electric Valley apenas les había escuchado, pero también es verdad que la primera impresión que uno recibe de un grupo de stoner puede (y, en mi opinión, suele) ser más impactante en vivo que en estudio. El caso es que Electric Valley tiene dos años de edad como formación, y su primer y único trabajo, un LP llamado Multiverse, nació el verano pasado. Se trata de un grupo joven por su trayectoria, pero bastante consolidado musicalmente, con temas con rasgos propios. Al principio, su concierto estuvo marcado por una cierta distancia del público, que a lo largo del directo se fue acortando hasta culminar en amistosos pogos (y algún que otro asistente en volandas) que de manera intermitente se mantendrían durante toda la velada. Me gustó mucho el batería, que esbozaba un rostro muy expresivo, completamente absorto en sus grooves lentos y pesados. El guitarrista también era impresionante, no tanto por su expresividad como por su perfecta ejecución, sobre todo cuando llegaban los solos y ciertos riffs repletos de alardes técnicos con vertiginosos sweep picking y legatos (disculpad la jerga de guitarrista), lo que le daba un toque alternativo y propio teniendo en cuenta que estamos ante un género en el que reina la simplicidad. El bajista-vocalista, tercer y último miembro, destacaba por su voz, una “pena” porque no hay muchas líneas vocales en los temas. Personalmente, la canción que más me transmitió fue “Lizard Queen”, la que abre el disco.


Cuando Sasquatch se subió a las tablas, los espectadores ya estaban con el ánimo expectante y caldeado, con lo que nada más abrir el show la energía del público fue de extática en aumento. Quizá la canción en la que más movimiento hubo fue “Message”, aquella que abre su último trabajo, IV, aunque, como hemos dicho, la actividad fue continua. Cabe decir que, antes de empezar siquiera, el batera abrió una botella de alcohol (whisky, creo) y compartió un trago con todos los componentes del grupo, cosa que obviamente repitieron varias veces; aparte, cada uno contaba con su imprescindible litro de Mahou, con el que de cuando en cuando brindaban con las cervezas del público. Se vivió mucho carisma, a lo que se sumó un sonido que igualó (si no rebasó) la definición auditiva de los discos (un breve vídeo que grabé en mi móvil se entiende igual de bien que la misma canción sacada del álbum), cuya fuerza y contundencia sin duda superó con creces. En el plano instrumental, me llamó la atención que este bajista, al igual que el del grupo anterior, usara púa (igual era para ganar en ataque), así como las legendarias marcas que desfilaban por el escenario (Ludwig, Gibson y Rickenbacker, por citar algunas), las cuales sin duda contribuyeron al sonidaco. Como única pega, diré que me faltaron canciones como “Dragonfly” o “Moneyman”, que, para mí y para tantos, constituyen temas clásicos del primer disco.





Texto: Rafael Aritmendi López
Fotos: Carlos Isabel

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