Mr. Big,
la mítica banda de Hard rock de Los Ángeles que se hizo popular durante la
década de los ’90 vuelven con un nuevo disco titulado ...The Stories We Could Tell.
En septiembre de 2014 salía a la venta, tres años después de su también
aclamado What If..., ya que suponía el regreso y vuelta a los escenarios
después de más de siete años de parón por problemas internos.
Lo primero que llama la atención de este último disco, es su fuerza y sus ganas por volver a recuperar el sonido que los encumbró a la fama hace ya dos décadas. Sin repetir los mismos esquemas utilizados antaño, el sonido de ...The Stories We Could Tell tiene más garra y fuerza que nunca.
En total
son 13 canciones de estudio y un ‘bonus track’ en live de la canción “Addicted
to The Rush”. Lo primero que destaca de sus temas es la variedad a la que
siempre han sido fieles: unas canciones más cañeras y movidas se van
entremezclando con otras más ‘light’ o baladas como la ya archiconocida “Wild
World”.
De este
modo, ‘‘Gotta Love the Ride’’ recuerda a los temas de los años ’90 pero sin
salirse de lo ya escuchado antes, al contrario que “I Forget to Breathe”, que
bien podría ser la canción hit del disco por su ritmo pegadizo y lo original de
su sonido. Acto seguido, “Fragile”, “The Man Who Has Everything” y “Just Let
Your Heart Decide” destacan por su lento compás de balada, en medio “Satisfied”,
que si bien el sonido de sus guitarras es espectacular, no dice nada nuevo.
Las más
técnicas desde el punto de vista instrumental, quizás sean “The Monster in Me”
y “East/West”. Finalmente, la canción que da título al álbum “...The Stories We
Could Tell”, considero que no tiene el gancho ni la calidad de muchas otras que
acompañan al disco.
En
general, Mr. Big vuelve a sus orígenes y al sonido más puro al que estaban
acostumbrados, pero sin dejar de hacer algo nuevo. Han sido capaces de
rehacerse y seguir demostrando que todavía siguen en pie, con ganas de
continuar tras su reagrupación hace unos años.
Reseña realizada por Antonio Sanz Egea
Reseña realizada por Antonio Sanz Egea
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