14 de abril de 2015

Crónica del Madrid Stoner Festival, Sala Taboo & Maravillas Club (Madrid), 04/04/2015



El pasado 4 de abril, sábado, se llevó a cabo la tercera edición del Madrid Stoner Fest, organizado por Desert Sons y Peyote Producciones, a cuyos eventos he tenido el placer de ir en varias ocasiones y he salido siempre satisfecho. Por primera vez en este festival (y, en general, en mi experiencia en festivales) se repartían las actuaciones de los numerosos grupos entre dos salas, que se encontraban en la misma calle (San Vicente Ferrer, Malasaña), a escasa distancia entre sí; los primeros cuatro grupos actuaron en la sala Maravillas, y los cuatro restantes, en la sala Taboo. En esta ocasión, contábamos con no pocos grupos internacionales, como los Grindhouse, de Brighton, los australianos Don Fernando, los ucranianos Stoned Jesus, y los cabezas de cartel My Sleeping Karma, traídos de Alemania.

Los primeros fueron Grindhouse, un grupo que con un sonido predominantemente rockn’rollesco, con marcadas influencias de punk (alcanzando el hardcore en ciertas ocasiones, y de hecho ellos mismo se catalogan dentro de ese estilo en su facebook) y, cómo no, del stoner. Los temas eran muy cañeros, seguramente con los más rápidos y alocados del festival. Moló el contraste entre los dos miembros que no llevaban camiseta: uno, el rollizo cantante y guitarrista (el pinzao del bajista le tocó las tetas varias veces mientras tocaba), y el otro, baterista fibroso con gorra de marinero. Un grupo muy simpático que consiguió sacar una buena ristra de carcajadas al público, en el buen sentido.

Les siguieron Taser, un grupo que ya había visto el año pasado cuando telonearon a Horn of the Rhino. Les recordaba buenos, pero como en ese evento que fue The Night Of The Beast no tuvieron un sonido definido, me quedé con ganas de repetir. Y lo cierto es que en esta sala sonaron claras y precisas las melodías que anteriormente no había podido apreciar, lo que, en un grupo con una mezcla de Stoner y Mathcore como es Taser, fue muy de agradecer. Lo que más llama la atención, sin duda, es la manera en la que estructuran las canciones, con riffs que pasan de un rollo más desértico y sureño a un break que bien pudiera recordar a numerosos estilos acabados en –core. Se desataron unos cuantos pogos, incluso un wall of death en el que el propio cantante participó. 

A continuación les tocó actuar a Domo, uno de los grupos que más se acercaría al estilo de My Sleeping Karma en toda la noche. Las sincronizadas melodías de las dos guitarras se encargaron de construir una atmósfera espacial, con solos y punteos cuyas notas parecían querer sugerir algo más allá de los esquemas a los que acostumbramos al oído, todo ello sobre la suave y ondeante base que proporcionaba el bajo. El baterista alternaba el uso de baquetas convencionales con el de mazas de percusión, las cuales ayudaban a respetar aquellas momentos más suaves y psicodélicos que surcaba la música de este grupo. Por supuesto, no faltaron tampoco riffs contundentes y poderoso, en esta banda de stoner/psychedelic rock.

Los jerezanos The Shooters fueron los cuartos y últimos en tocar en la Maravillas. Sus riffs, cercanos a un stoner de palo más sureño, eran enérgicos y vigorosos, y, sobre su contundencia, sobrevolaba la voz del cantante, una de las mejores de la noche, melódica pero viril, que encajaba perfectamente con el estilo de la banda. Por otra parte, recuerdo que la música de este grupo evocaba estrechamente a la de otros, concretamente a la de Sasquatch, grupo al que me sonaron muy parecidos (no podría decirse, efectivamente, que fueran los más originales de la noche). Lamenté especialmente un patinazo que tuvo el guitarrista, el cual, después de una atmósfera de ‘calma antes de la tormenta’ que había estado construyendo el grupo durante cosa de un minuto, tuvo un problema con la guitarra y, cuando se debía de quedar sola tocando lo que iba a ser la ruptura hacia una parte bestia del tema, se le fue el sonido. Una pena. Por lo demás, este grupo me rentó mucho.

Tocaba cambiarse de sala, a la Taboo, donde abrieron Arenna, un grupo de stoner/rock psicodélico cojonudo. El baterista fue uno de los pocos que hasta el momento plasmó ideas más atrevidas en la batería, con algún redoble que de cuando en cuando se encargaba de partir el estable tempo de las canciones, sin por ello alejarse de la regularidad que comporta este estilo musical en la esquematización de la base rítmica. El cantante, por su parte, también me llamó la atención, primero por su planta, con sus movimientos fluctuantes y el pelo tapándole toda la cara, y luego por su voz, que recorría unas melodías que armonizaban tremendamente bien con las cadencias de las guitarras. Fue un gran concierto para los de Vitoria Gasteiz, que serían los últimos españoles en tocar en este evento repleto de buenos músicos.

Entraron Don Fernando en escena, un grupo de Melbourne, Australia, del cual algo había escuchado recientemente y me había quedado prendado de su potencia. Porque de eso se trata este grupo, de repartir caña allá donde van, con un baterista de poderosísima pegada, unos riffacos cargados de fuerza y vigor, y una voz entre melódica y rasgada de no menor empuje. Los pogos fueron inevitables, y el público danzaba de un lado a otro chocando entre sí al son de la contundente energía que desprendía este grupo venido desde el otro extremo del planeta. 

Los penúltimos en tocar fueron Stoned Jesus, de Ucrania, un grupo que en este festival rivalizaba con My Sleeping Karma en cuanto a seguidores se refiere. Y no es de extrañar, pues las composiciones de esta agrupación, que entrarían dentro de lo que es el stoner/metal, no se quedaron atrás con respecto al brío con el que había ejecutado su actuación el grupo que les había precedido inmediatamente. Con sus riffs, generalmente pesados y potentes, cercanos al sludge, movilizaron a un público que, por su parte, empezaba a estar cansado, pero que aun así no dejaba de empujarse y hacer headbanging. Representaron la última muestra de agresividad del festi, dejando paso, a continuación, a la última etapa, más delicada, de la velada.

Y así quedaba el ambiente en el que cogieron el testigo My Sleeping Karma. Le tocaba el turno a la (instru) mentalidad suave y armoniosa, en contraste con los dos grupos anteriores, sensación que se acentúa en este grupo alemán debido a su temática relacionada con la teología hindú y budista. Cualquiera que haya escuchado en este grupo tiene la sensación de que su música fluye como el agua, sin discontinuidades, sin fragmentaciones ni rupturas, con la adecuación de cada melodía a su tempo inmanente, con la sucesión de acordes armonizados entre sí. En este grupo, curiosamente, los que ejercen el mayor protagonismo (al menos desde mi perspectiva, tanto escénica como sonora) son el bajo y la batería, además de ser los que más fluctuaciones presentan en el estructurado recorrido de las canciones, especialmente el bajo, que en ocasiones parecía que se estaba haciendo un solo ininterrumpido a lo largo de todo el tema. La guitarra se reduce a unos escasos riffs que se repiten a lo largo de toda una canción, y en cuyas notas se apoyan las del teclado; este par, sin duda, es el que más contribuía a la creación de esa parte más psicodélica y esotérica de la atmósfera que crea este grupo cuando toca. Toda una experiencia.





Texto: Rafael Aritmendi López

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