Sinceramente resulta
complicado abordar el comienzo de una crónica que pretende reflejar todo lo
acontecido en las pasadas fechas de junio en un Hellfest que, a un servidor,
poco versado en festivales de estas características, realmente le dejó
infinitamente sorprendido y un tanto inquieto. A la vuelta del festival, me
surgían muchas preguntas y ganas de indagar, me veía convertido en una especie
de Hamlet, a quien la experiencia Hellfest había transformado… Pero vamos a
meternos en harina, que se decía en los pueblos antiguamente y ahora, en los
lugares de mala reputación.
Partíamos de Madrid el día anterior desafiando a la noche, deseosos de llegar a nuestro destino, porque ya se sabe que, pese a la buena compañía en los autobuses, y más por la noche, ni se descansa ni se festeja. Así pues, una vez cruzada la frontera con el país vecino y habiéndonos golpeado ya los primeros rayos del día, sabíamos que el objetivo estaba cada vez más cerca. Así pues, de esta guisa, atracamos unos cuantos valientes en Clisson, haciendo tiempo hasta que abrieran las taquillas para recoger nuestras preciadas acreditaciones, mientras una pequeña multitud se agolpaba también en los alrededores del festival.
Un par de horas (dos o tres cervezas, si se prefiere esta unidad de medida)
después, ya comenzaba el festival a despertar, y a dar muestras de la buena
organización y educación que en los días venideros nos brindarían todos los
empleados del Hellfest. Desde aquí, mi más sincera enhorabuena. ¡Cuánto tenemos
aún que aprender de festivales de este calibre para poder brindar tan
sobresalientes espectáculos!
El primer día (de pre-festival), sirvió para reconocer el terreno, armar los campings, pasear por los numerosos stands e ir fichando algún recuerdo que traer a casa a la vuelta. Los más avedizos tratamos de ver los conciertos del metal zone, pero resultó humanamente imposible y un humilde servidor casi acaba pisoteado por las mareas humanas que por allí corrían como si de un encierro de San Fermín se tratase. Ante tal panorama, lo más práctico fue acostarse temprano, resistir las tentaciones y descansar para el primer día de Hellfest, que ya se divisaba en el más próximo horizonte.
El primer día (de pre-festival), sirvió para reconocer el terreno, armar los campings, pasear por los numerosos stands e ir fichando algún recuerdo que traer a casa a la vuelta. Los más avedizos tratamos de ver los conciertos del metal zone, pero resultó humanamente imposible y un humilde servidor casi acaba pisoteado por las mareas humanas que por allí corrían como si de un encierro de San Fermín se tratase. Ante tal panorama, lo más práctico fue acostarse temprano, resistir las tentaciones y descansar para el primer día de Hellfest, que ya se divisaba en el más próximo horizonte.
Despertamos al día siguiente antes de que cantase el gallo, después de una
noche gélida y tras coger fuerzas y recargar nuestras tarjetas Cashless, nos
aventuramos hacia la zona de conciertos, no sin antes chequear la zona de
prensa, que sería de aquí en adelante, nuestro particular remanso de paz dentro
del infierno.
Abrieron el festival los ingleses Inglorious, dando muy buenas expectativas, con un sonido sólido liderado por Nathan James quien ofreció un gran espectáculo, y es que, este hombre tiene un registro vocal muy interesante que, por lo menos a mí, me transmitía reminiscencias incluso góspel. Lo dicho, un muy buen comienzo, para que tomase el relevo Sidilarsen, grupo, para mí, desconocido que nos hizo botar durante un buen rato y de quien sobre todo destaco “Comme On Vibre”, un auténtico temazo con cierto aire de club, que desde entonces no para de sonar en mis auriculares.
Abrieron el festival los ingleses Inglorious, dando muy buenas expectativas, con un sonido sólido liderado por Nathan James quien ofreció un gran espectáculo, y es que, este hombre tiene un registro vocal muy interesante que, por lo menos a mí, me transmitía reminiscencias incluso góspel. Lo dicho, un muy buen comienzo, para que tomase el relevo Sidilarsen, grupo, para mí, desconocido que nos hizo botar durante un buen rato y de quien sobre todo destaco “Comme On Vibre”, un auténtico temazo con cierto aire de club, que desde entonces no para de sonar en mis auriculares.
Tras los franceses llegaba el turno de Myrath,
quienes se encargaron, tanto con su puesta en escena como con su estilo, de
transportarnos a atmósferas lejanas, casi de cuento. Un sonido que poco a poco
se fue empastando y que en la recta final consiguió una calidad de sonido al
alcance de muy pocos, a destacar “Mercyless Times” como cenit de un espectáculo
que incluso contó con el apoyo de una inspirada bailarina, que endulzaba los
ojos de los asistentes.
Tras un breve descanso, para conocer la zona completa de conciertos (que contaba con 5 escenarios) y de prensa, volvimos a la carga con Avatar y el grupo sueco fue una de las más agradables sorpresas del festival, si antes mencionaba las atmósferas que creó Myrath, sus sucesores quizá les superaron en este aspecto, eso sí, en este caso atmósferas más terroríficas y teatrales que las de sus antecesores. Un show al alcance de pocos con gran sintonía grupal y un Johannes Eckerström en cabeza, entregado y dando una lección vocal de mucha calidad. Desde luego, a partir de ahora les seguiré con mucho interés y atención. “Eagle has landed” y “Let it burn” los temas más destacables de un conjunto muy notable.
Quedó el escenario entonces,
para Queensrÿche y posteriormente Devin Townsend Project, que sufrieron
el terremoto Avatar, quedando un poco por abajo de éstos. Aun así, como durante
todo el festival, ambos dieron un espectáculo entregado y profesional. En los
primeros destacar el desempeño vocal de Todd La Torre y en los segundos la
buena conexión con el público, a base de buen humor y gran desempeño. “I dont
belive in love” y “Supercruch” las canciones más laureadas de esta tanda.
La gran sorpresa del día fue Corvus Corax, música de influencias
tradicionales y medievales que me deslumbraron, por la originalidad y
autenticidad de la propuesta. Unos auténticos virtuosos que aportaron unas
notas únicas en el festival en lo que fue, uno de los conciertos más animados
del festival. Destacable, sobre todo, el homenaje a la serie Juego de Tronos
que se marcaron al final, tocando el tema principal de la serie. Y es que,
sinceramente, a los que la seguimos nos encantan estos regalitos.
Como un aullido en mitad de la noche aterrizó Powerwolf en el Mainstage para poner de nuevo a la gente a tono, no
paramos de botar en todo el show y es que con los alemanes se notaba una
conexión especial, son perros viejos y todos nos sentimos parte de la manada.
Concierto muy movido, especialmente con el cierre “We drink your blood”, uno de
los himnos del día, que sirvió para cerrar el show por todo lo alto.
Tras el merecido descanso,
después de tanto crowdsurfing y demás historias que acarreó Powerwolf, volvimos
a la palestra con Deep Purple. A
estas alturas pocos quedan que no sepan de su trayectoria, pero, aun a riesgo
de encontrar detractores, diré que dieron un concierto sorprendente, aportando
un palo de matices psicodélicos que a mí y seguro que a más de uno (como un
chaval boquiabierto al que enfocaron en las pantallas gigantes) nos dejó
fascinados. Claro está que uno no espera ya unos animales del escenario, pero
musicalmente, y para eso siguen dando bolos, siguen a un nivel que ya quisieran
muchos. Memorables, como pocos temas, los clásicos “Space truckin” o “Smoke on
the water “. Un privilegio disfrutar de estas leyendas en directo.
Terminó Deep Purple con el público en pie de guerra y que mejor escenario para
que Sabaton entrasen como un tanque,
dando a base de pirotecnia y puesta en escena, un show que pese a las buenas
intenciones no fue, al parecer, de sus mejores. Sinceramente éramos unos
cuantos los que andábamos ya, buscando un buen sitio para ver al rey de la
noche y, queridos míos, ese no fue otro que Rob Zombie. En este caso acompañado por John 5 y el resto de su
cuadrilla, si se metió al público en el bolsillo, con una gran puesta en
escena, unas poses vertiginosas y cantándose temazos que no nos dejaron quietos
en ningún momento. El público coreó “Superbeast”, “Dead city radio” y, como no,
como colofón a un primer día arrollador, “Dragula”, quizá el momento más
esperado del día, que hizo las delicias de todos los que allí nos congregamos.
Para cerrar la noche Alestorm se llevó el gato al agua,
frente a unos In Flames que sufrieron
un éxodo de público masivo. Por mi parte, tras un día fascinante, al igual que
agotador, me permití el lujo de perderme el último concierto en pos de descansar
para el que sería nuestro segundo día de festival.
Como de costumbre, amanecimos bien temprano en el ya no tan gélido camping del
Hellfest, prometiéndonoslas muy felices y acudiendo desde primera hora a la
zona de conciertos donde en este segundo día, nos hacía las veces de anfitrión
un Jared James Nichols, que al igual
que Inglorious en la jornada anterior, fue un muy digno anfitrión para todos
los Hellfesteros madrugadores. Un rock cargado de influencias sureñas, que
cumplió con su cometido de ir animando a toda la peñita que ya calentaba
motores a eso de las 10:30 de la mañana. Especialmente sugerente fue el tema
“Babe can you feel it”. Y vaya si se dejó sentir ese rock con raíces americanas
porque, a continuación, The New Roses
siguieron calentando al personal con un estilo menos soul, pero igual de
potente y a su vez igual de breve, aun así cumplieron de sobra y dejaron
grandes momentos con “Thirsty” o “Whiskey Nightmare”, por si alguien aún no se
había tomado la primera.
Llegó el turno de Slydigs, la banda británica pasa por
buen momento y se hizo notar en un show con tintes setenteros, un apuesta
moderna y única que hacia recordar a alguno que otro a los Oasis de los 90. Un
grupo al que merece la pena seguir la pista y que dejó un directo más que
decente en esta calurosa mañana, que aumentó de temperatura con el show de The Dead Daisies, con un sonido, eso sí,
más clásico que el de sus predecesores, jalearon a sus seguidores con temas
como “Long way to go”, que funcionó de miedo en directo pese a las horas aun
tempranas o “México”, que también dejó muy buen sabor de boca.
Después, por primera vez en el
Valley Stage, llegó mi primera apuesta personal con Monkey 3, rock psicodélico predominantemente instrumental y que
personalmente, me dejó algo frio, algo que me sucedería también con Mars Red Sky, a los que vi en Madrid y
en este caso también me supieron a poco. Aun así, son 100% recomendables para
los amantes del stoner y sin duda repetiré en sus próximos bolos en España. El
punto dulce de la tarde lo pusieron dos grupos de colores muy distintos, casi
opuestos. Por un lado, los súper showmans de Steel Panther, una apuesta segura donde no podía faltar la buena
música y el buen rollo, mítico ya, su “17 Girls In A Row”, con el escenario
repleto de chicas. Seguramente el grupo más esperado de la tarde, cumplió las
expectativas tirando de ese carisma que les hace únicos. Son unos animales encima
de una platea y lo volvieron a demostrar con temas como “ F*** all day, Party
all night” o “Community Property”.
Y, por otro lado, otra de mis apuestas personales, Chelsea Wolfe. Uno de esos talentos que no pueden pasar desapercibidos, con una apuesta con mucha personalidad y característica. Ella solita llena el escenario y se lleva todo lo que pille por delante. Cumplió las expectativas sobradamente y, sinceramente, me llegó tanto su propuesta que me pase casi la mitad del concierto con la lagrimilla. Emocionalmente es toda una experiencia su directo y su inconfundible voz. Aquí tiene un incondicional y apuesto que llegará lejos, porque tiene todas las armas para ello. Dejó temazos como “Feral Love”, aunque para quien no la conozca recomiendo su álbum “Pain is Beauty”.
Cerraron la noche unos tales Aerosmith, que al igual que pasó el día
anterior con Deep Purple, solo tener la ocasión de verles hizo que el concierto
mereciese la pena. Eso sí, Steven Tyler sigue siendo un domador de leones en
plena forma, dando un show de gran nivel y dejando una estela de temazos
míticos tras de sí. Nos deleitó con “Sweet Emotion”, “I dont want to miss a thing”
(con Tyler al piano de cola incluido) o “Dream On”, solo por citar algunos
porque, sinceramente, a estas alturas todo lo que tocan son ya, temas
históricos. Al igual que el día anterior, pusimos punto y final al segundo día
restando aun un concierto, quizá porque a veces es mejor retirarse cuando uno
está en lo más alto y esa fue la sensación que nos quedó tras el concierto de
los de Boston.
Para terminar el festival, nos tomamos la mañana con mucha calma, descansando en el camping y calentando motores y estómagos para el concierto de mis admirados Alter Bridge, para mí, uno de los grupos más apetecibles, sin duda, del cartel. A pesar de ello, un fallo de planificación nos hizo llegar mediado el concierto (fallo imperdonable), aunque, eso sí, pudimos disfrutar de algunos de nuestros temas favoritos como “Blackbird” o “Come to life”.
Para terminar el festival, nos tomamos la mañana con mucha calma, descansando en el camping y calentando motores y estómagos para el concierto de mis admirados Alter Bridge, para mí, uno de los grupos más apetecibles, sin duda, del cartel. A pesar de ello, un fallo de planificación nos hizo llegar mediado el concierto (fallo imperdonable), aunque, eso sí, pudimos disfrutar de algunos de nuestros temas favoritos como “Blackbird” o “Come to life”.
No es que Prophets of Rage jugasen exactamente en casa, pero aun así,
caldearon notablemente el ambiente con temas míticos. Algunos más hip hoperos
como “Fight The Power” o “Jump Around” y otros más propios del Hellfest como
“Like a Stone” de Audioslave, con emotiva dedicatoria o, el hit de la antigua
formación “Killing in the Name”.
Para finalizar, y como plato
fuerte del día, irrumpieron en el escenario principal unos imparables Linkin Park, que pese a quien le pese
dieron un espectáculo de mucha calidad con un Chester al mando comiéndose el
escenario y derrochando carisma como pocos y un Mike regalando una versatilidad
musical única. Un espectáculo en toda regla, que sirvió para hacer un extenso
repaso a la trayectoria del grupo, que ciertamente nunca ha vuelto al nivel musical
de sus inicios, pero que en directo funcionaron como un reloj suizo. El público
coreó con especial entusiasmo los clásicos “Numb”, “In the End” o “Bleed it
Out”, joyas de otro tiempo que aun hoy siguen siendo sumamente apreciadas.
Tras el arrollador concierto de Linkin Park, tocaba poner rumbo al camping, recoger en silencio e interiorizar que el festival había llegado a su fin. Nos esperaban 16 horas de vuelta a casa, de vuelta a los sin sabores de la rutina y al calor de la ciudad. Una odisea de vuelta de los infiernos, en la que, como en las epopeyas griegas, los héroes volvíamos fortalecidos, más sabios y profundamente agradecidos por la experiencia. Me gustaría dedicar esta crónica a Óscar Gil, ya que, sin su mediación e infinita generosidad este Ulises jamás hubiese vivido esta particular Odisea.
Texto: Mario Velasco
Fotos: Óscar Gil
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